Renuncio a la
culpa, esa me la
anoto bien, pues tengo derecho a ser libre. Todo fue perfecto tal y como sucedió,
así que no hay que remover las cosas pasadas. Renuncio a la lucha, pues no quiero hacer las cosas desde el esfuerzo, la exigencia o el sacrificio. ¡Qué
maravilloso es poder hacer aquello que amas! Y renuncio a tomarme las cosas
personalmente, lo que digan los demás es una mera opinión… Y después de
tres días con tantas renuncias me quedo vacío, ligero, he plasmado mi
intención por escrito pero ahora toca llevarlo a la práctica. Si logro
desprenderme de todo eso, ¿con qué me quedo? Con lo verdaderamente
importante…
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