Era el último día
del año y hacía un rato que habíamos llegado a Cracovia
después de un viaje de tres horas en tren desde Varsovia. Una
vez dejadas las maletas en el cercano hotel a la estación, salimos en busca de un sitio para almorzar, para después
adentrarnos por las calles y descubrir todos los rincones que nos
ofrecía la ciudad. Encontramos un restaurante cercano a la plaza
principal y allí probamos los pierogi, una especie de
raviolis gigantes rellenos de carne muy típicos de Polonia, y allí
también vimos por primera vez las sopas servidas en un bol de pan,
pero eso lo contaré otro día en el episodio de las comidas, porque
tanto las sopas como los chocolates a la taza han hecho de Polonia
una experiencia muy gustosa...
Nada más terminar
de almorzar nos dispusimos a pasear y al rato me percaté de que
teníamos que comprar las uvas para comernos las doce justo antes de
que acabara el año, porque eso sí, aunque lo celebre fuera,
seguimos con la tradición española de las uvas. Y mira que esta vez
nos costó encontrarlas, porque entramos en una pequeña tienda y no
había, probamos suerte en otro pequeño supermercado y tampoco
había, avanzamos unos pasos más hasta encontrar otro supermercado,
pero tampoco había y, mientras seguía buscando, un programa
sintonizaba en mi cabeza y decía: Uff, tú que habías escrito
que te ibas a comer las uvas deseando salud, pues como no encuentres
las uvas seguro que este año no vas a tener salud...
Es
curioso, porque no recordaba haber puesto el programa en la maleta,
pensé que lo había dejado atrás, pero ahí estaba, claro como el
agua, con un canto celestial similar al de los niños de San
Ildefonso cuando cantan el gordo de la Navidad. Gracias por
participar, feliz año, le decía yo...
Y
bueno, cuando ya pensábamos que en Polonia no era época de uvas y
que tal vez deberíamos encontrar un sustituto como guindas, después
de unas cuantas paradas más las encontramos en un supermercado y cogí un
racimo, para qué más...
¿Y
dónde me las comí? Pues en la Plaza del Mercado, que tenían
montado un pedazo de escenario donde se iba a celebrar un concierto
con la televisión polaca en directo. Con gente y ambiente, pero sin
estar masificado, no como otros lugares que para acceder al punto
exacto tienes que ir con demasiada antelación. Con frío, pero con
ganas de bailar, sobre todo cuando suena una canción que me llamó
poderosamente la atención por el ritmo que tenía. Días atrás, ya
de vuelta a Lanzarote, la volví a escuchar y supe que era de Taylor
Swift, “Shake it off”, que la traducción viene a decir algo así
como quitárselo de encima. Pues me vino como anillo al dedo porque
el programa me lo quité de encima, jeje. No lo sé, pero los polacos
parece que la conocían muy bien porque se pusieron como locos a
bailar, y viendo el vídeo no me extraña, porque a mí también me
entran unas ganas locas de bailar sin control...
Y
así fue como pasé el último día del año, tomándome las uvas sin
las campanadas típicas de España donde un reloj nos guía cuándo
llevarnos a la boca cada uva. Aquí no, aquí nunca sabes con lo que
te vas a encontrar. En algunos países ni siquiera hay cuenta atrás,
cada cual se guía por su reloj, y aquí sí que hubo cuenta atrás
pero empezó desde el 8 al 0. Lo importante fue que me comí las
uvas y deseé lo que quería desear, pero si no hubiera encontrado
las uvas lo iba a desear igual...