Y
mientras las luces coloreaban la noche, mi amiga María José veía
los
fuegos de San Ginés
por primera vez. No alcancé a ver su cara porque justo estaba
detrás, pero si logré ver su perfil y su rostro reflejaba la
inocencia y la sorpresa de ver algo por primera vez. Entonces caí en
la cuenta de que yo debería hacer lo mismo, disfrutar del momento y
no saber nada más, a pesar de que año tras año acudo a la cita
desde un rincón diferente de la ciudad...
A veces te rindes y, en la rendición por no controlar algo está la clave, porque la
causa de todo sufrimiento se podría reducir a querer controlar un
momento o situación y no poder. Paseas por la orilla y vas
saltando de charco en charco para no mojarte los pies, charcos que
tienen distinta forma y tamaño, que están separados entre sí, pero
que son lo mismo porque están hechos de lo mismo, del agua que
proviene del mar. Cuando venga una ola ya no habrá separación
porque los charcos desaparecerán para fundirse con la inmensidad del
océano. Cuando venga una ola sólo tienes que rendirte y dejarte
llevar. Su fuerza es tal que no lo puedes controlar, sólo tienes que
confiar en que su influjo te llevará al mejor lugar...
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