Un cielo negro.
Desde la comodidad de mi cama puedo ver, casi todas las noches, un
cielo negro, algunas veces decorado con estrellas y otras cubierto de
nubes que le dan un matiz particular, pero un cielo que me dan ganas
de mirar y vislumbrar el final, aunque nunca llego a alcanzar porque
me parece infinito, eterno.
Cuando me despierto,
sobre las siete menos diez de la mañana, sigo viendo ese cielo
negro, y si lo recuerdo y la prisa no me atrapa, aprovecho unos
minutos para contemplarlo y agradecer que estoy despierto para vivir
este nuevo día. Este agradecimiento matutino debe formar parte de
mi nueva rutina para recordarme cada día que vivir es el mayor de
los regalos...
Después, si
realmente me apetece, aprovecho para ir al trabajo caminando; son
diez minutos de paseo acompañado por otro cielo totalmente
diferente, un cielo azul o gris, con o sin nubes, con lluvia o sin
ella, limpio y transparente como el de esta mañana...
Y al atardecer, al
atardecer vuelven las puestas de sol que hacen de Lanzarote un lugar
mágico y espectacular. El día se despide y la noche nos saluda
nuevamente...
El cielo cambia,
conforme transcurre el día, el cielo cambia, y es que realmente todo
cambia, la naturaleza está en constante cambio, tú cambias y
la personas que están a tu alrededor cambian. Probablemente, yo soy
diferente a aquel que empezó a escribir hace diez minutos, así que
no debemos resistirnos al cambio...
¡Feliz fin de
semana a todos los seres sin excepción!
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