Hace tiempo me recordaron que los niños son los grandes maestros de la vida, pero los adultos nos empeñamos en decir lo que deben o no deben hacer; sin ir más lejos, el otro día en el Ironman mi sobrino se empeñó en pisar un charco y yo le dije que no lo hiciera, que se iba a mojar, pero acto seguido pensé que si lo pisaba y se mojaba tampoco sería una tragedia, máxime cuando ya estábamos empapados con la lluvia que estaba cayendo...
Ayer llamé a mi amiga Dipa para felicitarla porque está dejando hacer a su hijo, está apostando por una educación sin censura, dejando plena libertad a su hijo para que experimente con la comida, para que se familiarice con la textura y sabores de los diferentes alimentos...y el resultado es un niño feliz...
Me decía que si los niños tienen una infancia feliz serán buenas personas y creo que no le falta razón, por lo menos, contribuirá en gran medida a ello. También me decía que aprende de su hijo cada día, que el pequeño Arian se está convirtiendo en el mayor y mejor de sus maestros, y tampoco le quité la razón, porque los niños hacen lo que sienten, sin pensar si es bueno o malo, algo que nos encanta hacer a los adultos, catalogar las cosas como buenas o malas...
Dicen que todos tenemos un niño interior, que normalmente se apaga cuando llegamos a adultos, pero que sigue ahí, existe, así que yo quiero encontrarlo para disfrutar con él de esta nueva etapa...
El desorden bien merece la pena si el resultado es tener un niño feliz...
Muchas gracias Iban. Me ha encantado la entrada. Es verdad que los niños son nuestros grandes maestros. Siempre pensamos que ellos tienen que aprender de nosotros, y en realidad, somos nosotros los que tenemos que aprender de ellos. Hay tantas cosas que serían intolerables si se le hicieran a un adulto, pero que no pasa nada si se lo hacemos a los niños. Ellos merecen el mismo respeto que nosotros. Si queremos una sociedad mejor, criemos niños felices :)
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