Cerré los ojos y al abrirlos noté que algo trepaba por la mosquitera que rodeaba mi cama. ¿Qué será?, me pregunté. No importa, me respondí, estás durmiendo en un árbol, vive la experiencia. Volví a notar algo que caía sobre la cama, pero al palparla aparentemente no había nada. El viento arreciaba y parecía que los cimientos del árbol se tambaleaban. Mi silencio daba paso a los sonidos de la naturaleza, el mundo animal se manifestaba, el graznido de los pájaros, el salto de los macacos, sonidos intensos que no identificaba... Y aquello seguía pegado a la mosquitera, ¿una rana?, ¿cómo va a ser una rana si suelen estar en el agua?, ¿una lagarto sin cola? No importa, sigue durmiendo y que sea lo que la vida quiera... Y por supuesto no le comenté nada a mi compañera, aunque por dentro la risa nerviosa hacía acto de presencia... ¡Qué bien estar en la zona cómoda de vez en cuando!, pensé. Estar rodeado de la mosquitera era mi área de seguridad. Y que sea lo que la vida quiera, yo confío en ella... Y al final, al despertar, la rana apareció en el baño, estaba escondida en el WC... Y hoy vuelvo a dormir en el bosque, en una casa en el árbol, qué me encanta experimentar el cambio entre el lujo y la comodidad y de repente encontrarte con lo básico, aunque esta cabaña de básico no tiene nada, pero sí es verdad que estás a la intemperie en medio de un bosque no se sabe dónde...
Y después del salto de la rana, nos fuimos a visitar Sigiriya, conocido por los lugareños como la octava maravilla del mundo, uno de los monumentos históricos más valiosos del país en el que sobresale una meseta de roca con forma de león...
De camino a Polonnoruwa para ver la ciudad en ruinas, paramos para almorzar. Esta vez sí conseguimos comer sin nada picante, aunque a mí no me importa un poquito de picor que le dé sabor, pero por supuesto no al nivel de lo que aquí se acostumbra. En boquita cerrada no entran moscas, nos acordamos de este dicho y nos reímos, pero cambiamos la palabra moscas por mosquitos, que estábamos rodeados de ellos y debíamos cerrar la boca para evitar que entraran sin permiso, pero ¿cómo engullir la comida si no era abriendo la boca? Al final me acabé el plato y no sé si tragué algún que otro mosquito...
El calor apretaba y cuando eso sucede echo de menos refrescarme en el mar y me doy cuenta de lo afortunado que soy por vivir en una isla como Lanzarote. Pero el calor no impidió que brotara la risa viéndonos nuestras caras cansadas y sudorosas, con ganas de echarnos una ducha. Y eso, cuando la risa viene sin llamarla y te retuerces en el suelo aunque sean unos pocos segundos, eso no tiene precio, reírse de uno mismo es la mejor medicina...
Y como curiosidades, he aprendido que el loto azul es la flor nacional de Sri Lanka y el gallo salvaje es el ave nacional. Pues vimos uno en el bosque pero no se dejó fotografiar, salió corriendo quizás porque no ha aprendido que puede echar a volar. Por eso me gustan las águilas, porque ya conocen todo su potencial y ayer, cuando vi algunas de ellas volando en la selva, me acordé de esa amiga que se siente águila y que vuela a medias, pero que sabe que áun puede alzarse más y continuar...
Es la primera vez que cuento un viaje tan en vivo y en directo... Ahora se escuchan truenos o vete tú a saber qué serán esos ruidos tan intensos y no sé lo que pasará esta noche que volveré a dormir en el árbol, porque aquí ya está anocheciendo. Confío en que sigan las sorpresas...
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