¿Qué más da si no sabía dónde me iba a alojar? Al final la casa se inundó
y nos trasladaron a otro lugar, más cerca aún de donde se iba a celebrar la
carrera, como si todo estuviera orquestado y la vida me llevara en volandas
para correr y lograr mi reto… A veces no saber dónde vas hace que te puedas
sorprender más, sobre todo si te dejas llevar y confías en la gente que te
acompaña, adaptándome también a sus costumbres y circunstancias, tan distintos
pero con un denominador común, pasarlo bien y disfrutar. La risa es una fiel
seguidora que es capaz de brotar cuando menos me lo espero y por situaciones
tan estrambóticas que con solo recordarlas me vuelvo a retorcer en el suelo…
Sin importarme la fila de espectadores de enfrente, me atreví a
hablarle e interactuar, bendito bolso que casi se olvidaron y que fue la excusa perfecta... Y puedo decir que jamás
un trayecto en el tren se me hizo tan corto…
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