Y
después del concierto, en el que Evelia y yo lo vivimos desde el
agua, voy a contar lo
que no se vio...
Nosotros
éramos los encargados de llevar a los presentadores y solistas desde
el embarcadero del Cine Atlántida hasta el escenario flotante. En el
primer viaje, subidos a bordo de un fantástico barco, llevábamos
al presentador Francisco José y a una espectacular azafata con un
pedazo de vestido negro, azafata que simplemente iba a estar sentada
en un cómodo diván sobre el escenario para comunicar si los músicos
necesitaban cualquier cosa, aunque el público terminó creyendo que
era una estrella y se quedó con las ganas de oírla cantar. Pero
bien, vamos al grano. Justo cuando Francisco José se sienta en el
lugar adecuado para equilibrar el barco, un
pez vivo salta al interior
y se queda entre sus piernas. Con la mano que tenía libre, porque en
la otra portaba un farolillo, intenté cogerlo varias veces para
devolverlo al mar, pero siempre terminaba deslizándose por mi mano o
clavándome sus aletas. Al final tuve que soltar el farol y utilizar
las dos manos para poderlo capturar...y lo logré. Bueno, pues tras
este pequeño incidente nos disponíamos a salir del embarcadero,
pero justo en ese momento la
hélice del barco se enreda con una de las boyas,
sí, como lo están leyendo, se enreda y no hay manera de avanzar.
Afortunadamente, otro barco vecino estaba por allí y se ofreció a
hacer el trayecto, así que tuvimos que trasladarnos al otro barco,
más pequeño pero se podía mover, y eso era lo importante...
Primera
prueba superada, el presentador y la azafata ya estaban en el
escenario y nosotros teníamos que volver a la orilla para recoger al
primero de los solistas, el timplista Benito Cabrera. Con la linterna
en mano, Evelia se encargaba de localizar las boyas para esquivarlas
y que no nos pasara lo mismo que la otra vez. Recogimos a Benito y
emprendimos nuevamente el viaje hacia el escenario. Tuvimos que
esperar unos minutos cerca de él y en ese momento se acercó un
barco para hacernos unas fotos, aunque se pegó tanto que casi
empapa la chaqueta del artista...
Después
de dejar a Benito Cabrera sobre el pantalán, teníamos que volver a
la orilla para recoger al siguiente solista, el clarinetista Ayoze
Rodríguez, pero qué pasó, que el
motor se estropea y no hay manera de echarlo a andar,
así que para no extenderme demasiado, sólo diré que a partir de
ahí no nos quedó más remedio que hacer los trayectos a remo,
aunque la embarcación tampoco tenía remos, tan sólo uno pequeñito
de una balsa, pero suficiente para ir a recoger a Sheyla Rizo y Beni
Ferrer, las últimas solistas en cantar. Ese ángel llamado Jorge, el
patrón o marinero del barco, tiene el cielo ganado por todo el
esfuerzo que tuvo que hacer y espero le sea recompensado. Sin él, si
no llega a estar ahí justo cuando más se le necesitaba, no sé qué
hubiera pasado...
Y
bueno, con el trabajo realizado, nos quedamos detrás del escenario
disfrutando de la última de las canciones, el Aleluya de Leonard
Cohen. Sólo puedo decir que la disfruté muchísimo, cerré los ojos
y me puse a cantar el estribillo. Estaba en un lugar inimaginable, en
medio del Charco de San Ginés a oscuras, una experiencia
difícilmente repetible, así que centré todos mis sentidos en ese
momento presente...
Y
al final llegamos sanos y salvos a la orilla después de relevar al
patrón y coger el remo, pero ni a Evelia ni a mí nos hubiera
importado darnos un chapuzón como sí lo hicieron Beni y Roberto
porque la noche invitaba a ello. Gran noche, gran música, gran
ambiente, gran equipo de trabajo...
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