Hoy hace exactamente
un año que ingresé en el hospital para comenzar las pruebas que
determinarían mi diagnóstico. Recuerdo que estaba aterrado,
angustiado, que estaba paralizado. No había camas disponibles y tuve
que esperar durante todo el día en la zona de urgencias, sentado en
una silla esperando que alguien me llamara. Al final me llamaron, y
los enfermeros me dijeron que me había portado genial porque no
había protestado. Al subir a la habitación y cambiarme de ropa
frente al espejo, ahí no pude más y me visitó el llanto, un llanto
ahogado, asustado, apagado. Y cuando las últimas visitas del día
tuvieron que partir, me sentía morir con la sola idea de quedarme
solo, solo con mi miedo...
Y aunque me ha
costado escribir este párrafo más de lo esperado, lo escribo con la
intención de plasmar que la vida puede cambiar si uno hace el
esfuerzo de cambiar. Hoy, un año después, estoy recordando esa
vivencia desde el tiempo, tiempo que me ha hecho madurar y
evolucionar, tiempo que me han concedido para agradecer: agradecer
que la gente de mi alrededor se ha multiplicado, gente que me ofrece
su amor y cariño, cariño a raudales; agradecer que sigo vivo y
sonriendo y, lo más importante, agradecer que quiero seguir
viviendo...
Hoy, un año
después, he hecho cosas que jamás pensé que pudiera hacer, entre
otras cosas porque las desconocía; hoy, sólo sé que no sé nada y
quiero seguir aprendiendo a vivir...
No hay comentarios:
Publicar un comentario