Anoche, mientras cenaba una pizza en Playa Honda, me puse a contar, con mi compañero de viaje, los kilómetros que habíamos caminado durante el fin de semana. El cómputo total fue de 36 kilómetros.
El sábado cumplí la promesa (todos se imaginarán cuál) de ir caminando desde Famara hasta Mancha Blanca, pasando por los pueblos de Soo, Muñique, Tiagua y La Vegueta...
Apretó el calor, a pesar de salir desde las 8 de la mañana, pero pudieron más las ganas de llegar y, en 3 horas y 45 minutos, completamos los 20 kilómetros de recorrido.
El domingo tocó otra caminata, mi caminata preferida, recorrer la playa de Famara de punta a punta. Los 12 kilómetros que suponen el trayecto de ida y vuelta se fueron volando, porque el día estaba de fábula.
Y para completar la suma, hay que añadirle los 4 kilómetros (medidos a ojo) que suponen ir caminado por la Avenida de Puerto del Carmen, desde la cafetería Dolomiti hasta la tienda de Fund Grube, ida y vuelta.
Éstos son los kilómetros que caminé, kilómetros de promesa y agradecimiento, pero también kilómetros de placer, porque hubo tiempo para todo. Si tuviera que hacerlo nuevamente lo haría, y si pudiera convertir todos los metros recorridos en esperanza, más todavía, porque en la vida necesitamos esperanza, en la vida necesitamos creer que aquello que deseamos con todas nuestras fuerzas se hará realidad.
Éstos son los kilómetros que caminé, kilómetros de promesa y agradecimiento, pero también kilómetros de placer, porque hubo tiempo para todo. Si tuviera que hacerlo nuevamente lo haría, y si pudiera convertir todos los metros recorridos en esperanza, más todavía, porque en la vida necesitamos esperanza, en la vida necesitamos creer que aquello que deseamos con todas nuestras fuerzas se hará realidad.
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