Y madrugón para llegar a la cima... Ante nosotros el Himalaya y la salida del sol, pero me quedo con el llanto emocionado de mi amiga y sus palabras mientras nos abrazábamos: ¡Estamos vivos! Tuvimos que esforzarnos, más de 5000 escalones hasta llegar arriba, pero con tesón lo logramos y la vista panorámica mereció la alegría... Orgullosos de formar parte del club de "no me creo que haya podido hacer esto" en lugar del "tendría que haberlo hecho"...
Y después desandar lo andado para volver al punto de partida, como cuando desaprendes lo aprendido durante tantos años de tu vida, conocimiento acumulado que no te sirve de nada, aligerando la mochila para sentirnos más libres y conectados con la vida...
Y sin saberlo la vida nos ha acompañado durante estos tres días, estuvo muy cerquita, más de lo que llegué a imaginar, pues Jeevan, que es el nombre en sánscrito de nuestro guía, significa vida y nos ha cuidado como el que más...
Y la anécdota de hoy, que nos ha hecho partirnos de la risa, es que compramos tres manzanas a precio de oro, tal vez porque eran golden, ¡madre mía qué barbaridad!, debe ser que estaban bendecidas, jajaja...