Ya tengo mi disfraz: una pajarita brillante, la elegancia nunca está de más, un sombrero, ideal para los días de sol, unas gafas, estupendas para meterme en la piel de un personaje inventado... Un rato de diversión, desenfreno, salir del mundo "normal" para meterme en un mundo de fantasía y ensueño, pero los días de carnaval me hacen ser más consciente todavía: el que está disfrazado no soy yo, es un rol que asumo para jugar y con el que me divierto, pero cuando la fiesta acaba, el que se quita el disfraz y queda descubierto ante el espejo después de quitarse las gafas, el gorro y la pajarita, no tengo por qué ser yo y creérmelo más que al del disfraz. ¿Por qué le doy tanta importancia a ese y me creo todo su drama y sufrimiento?, ¿y si ese ser "normal" que se refleja ante el espejo es otro disfraz y detrás de todo ese parapeto está su verdadera esencia y naturaleza? No me hagan ni caso, son reflexiones que me llegan entre disfraz y disfraz...
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