Al empezar el taller nos subimos en un barco, no sabíamos hacia dónde íbamos, pero al acabar éramos personas totalmente distintas, una mejor versión de nosotras mismas… Y después de que me hayan escrito esto, poco más puedo decir sino lanzar la intención de repetir nuevamente el taller después de un merecido descanso:
“Gracias Ibán por seguir siendo luz y ser ese barco donde subes a un
grupo de personas sin saber a dónde vamos, dispuestas a vivir una experiencia
desconocida. Gracias por ser ese faro para guiarnos y saber llegar a puerto si
nos desviamos”.
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