Y por fin pude volar, mi primer vuelo entre islas con los nuevos
protocolos de seguridad: con asiento asignado que no puedes intercambiar con
nadie porque hacen un seguimiento del pasajero, embarque escalonado para
cumplir con la ¿distancia mínima?, azafatas con mascarilla aún sin conjuntar
con el uniforme, pero tiempo al tiempo, y debes llevar el bozal
puesto durante todo el vuelo. Son las nuevas normas a las que nos tenemos que ajustar
y confío en el ser humano y su gran capacidad para adaptarse a las nuevas
circunstancias…
Yo, en particular, creo que me podré acomodar a todo menos a una cosa: perdona,
¿y mi chocolatina? Con lo buenas que estaban y el hambre que tenía… Pues no,
las azafatas ya no dan chocolatinas sino toallitas higiénico sanitarias. ¿Perdurará la dieta impuesta por la compañía aérea durante esto que se hace
llamar nueva normalidad? Eso me pasa por estar desinformado y enterarme sobre
la marcha… Bromas aparte ―aunque lo de las chocolatinas iba en serio, ¡cuánto voy
a echarlas de menos!―, a pesar de todo eso pude volar, por fin pude volar y
sentir la emoción al despegar. Fue maravilloso conectar con la alegría de
volver a subirme en un avión…
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