Y cuando casi estamos llegando a lo que llamábamos normalidad, nos dimos cuenta de que jamás llegaremos a ser lo que éramos antes porque ninguno de nosotros es normal. Hemos cambiado, somos únicos y cada uno aporta un ingrediente especial al plato que, si tienes la suerte de probarlo, querrás repetir. Lo que se ha ido forjando durante el confinamiento estalló ayer en pura diversión en el que si alguien me juzgara, sería culpable de pasármelo bien. Lo siento, acato la sentencia, mi perfección y la creencia de que esta vida es sufrimiento las dejé por el camino. Aquí también venimos a disfrutar, compartir y seguir aprendiendo con frases que pretendían calar tan hondo como la profundidad de la piscina, pero que se quedaron en una reflexión superficial: no esperes nada de lo que nada te puede dar. Compro la primera parte, no esperes nada, es mejor abandonar las expectativas para no frustrarnos si no conseguimos aquello que deseamos, pero lo de que "nada te puede dar", tal vez sea dar por hecho de que eso no te va a aportar nada aunque, quién sabe, a veces hay sorpresas inesperadas, observemos qué oportunidad nos trae cada experiencia que vivamos...
Observar es lo que hice muchas veces ayer, contemplar desde un rincón el escenario y al resto de personajes con los que estaba interactuando y agradecer la compañía, agradecer la abundancia de la comida, agradecer incluso hasta el último chapuzón a la luz de la luna, pero sobre todo, dar las gracias por estar vivo, tuve la gran suerte de vivirlo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario