La oveja negra que se niega a seguir el camino marcado para el resto de animales del corral, fiel a sus principios, guerrera dialéctica que parece morder pero simplemente ladra, no tiene maldad, honestidad a prueba de bombas y tan transparente como el agua de una poza. La brújula es su instinto y aunque vaya cuesta arriba no se detiene, pues confía en que siempre habrá un sendero para alcanzar la cima aunque la montaña sea muy alta... Y de repente... Lucía, su nombre así lo indica, brilló con luz propia y nos encandiló a todos, pura luz que llega a los corazones de quienes la rodean y yo fui y seguiré siendo uno de ellos, afortunado de descubrir un diamante en potencia y agradecido por tener la sensación de que ha cogido tu testigo para cuidar de lo que más querías, una prolongación de tu energía, y porque juntos seguiremos abrazando la vida y entonando a capela un canto a la esperanza como si de un coro de góspel se tratara, como tú también lo hacías...
Me lancé, me dijeron que me lanzara y me lancé, a pesar de que me advirtieron de que el agua estaba muy fría, porque en ese momento empecé a intuir el para qué de este viaje tan inesperado y quise celebrarlo, no quería quedarme con las ganas y no soy de los que se quedan con las ganas, un salto al vacío a pesar de los miedos... Y al salir del agua allí estaba Lucía para calentarnos con su gracia y su sonrisa. Eternamente gracias, Lucía…
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