No solo dejé de escribir, también dejé de correr... La vida, a través de un esguince, me hizo parar para que aminorara el ritmo y no me olvidara de celebrar todas las metas alcanzadas. Y ayer, después de siete meses y tras comprender el mensaje, volví a correr más rápido que nunca, como una liebre, motivado por gente que jamás imaginé haciendo una carrera, reafirmándome así en que solo es imposible aquello que no intentas...
¿Y el fantasma? No sé, no lo he vuelto a ver, y el que tenía en mi cabeza desapareció con cada paso que daba. Las memorias de mi pie herido revoloteaban por mi mente, el miedo a recaer me retumbaba, pero a todas esas voces que me intentaban paralizar yo les contestaba con un "no sé" o "¿y qué?". ¿Y qué pasa si tengo otro esguince? No sería el fin del mundo... No me moriré ni tendré una enfermedad terminal por el simple hecho de correr, así que el fantasma del miedo fue neutralizado... Y corrí, disfruté como un niño corriendo...
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