Agradecer hasta el infinito la oportunidad de compartir con los más
pequeños, observar la curiosidad en sus caras, la sorpresa cuando se les habla
con claridad y sin ocultar nada. Me quité la máscara hace tiempo, los trato
como a un igual, les hablo sobre mi verdad, la vida, las teclas blancas y
negras, nos fundimos en uno y les convierto en partícipes y cómplices de los errores
que me han llevado a aprender, los aciertos que me han llevado a renacer, los
miedos que atrás quedaron y los que aún siguen en mi interior y cómo trato de liberarme
de ellos, las inquietudes que me sacuden por dentro... Les hablo de todo, no me
guardo nada, que lo que a mí me ha ayudado les pueda ayudar a ellos en el
camino que recién están comenzando… Una experiencia que no se paga con
dinero. Infinitamente, gracias…
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