Y seguimos con Carnavales, pues cada vez que llegan estas fechas y me da
por disfrazarme, me lo tomo como un juego en el que interactúas con los demás.
Por unas horas, te puedes convertir en un actor revelación que ha ganado unos
cuantos premios importantes, o en un aguacate con la panza al aire; otros
forman parte de un equipo de gimnasia “arrítmica” dispuestos a dar lo mejor de
sí y los hay que son auténticos avatares tras un laborioso maquillaje; algunos
son duendes, otros diablos y no pueden faltar los superhéroes, todos se
mimetizan en un ambiente que saben que es mágico e irreal…
Y cuando llegamos a casa, nos quitamos la careta y nos vamos a descansar,
volvemos a la supuesta realidad, ¿pero es real eso que estamos viendo a través
del espejo, después de limpiarnos el maquillaje que nos cubría la cara? ¿Por
qué nos cuesta tanto desprendernos de ese disfraz de carne y hueso? ¿Y si
todo sigue siendo irreal? Cosas que me da por pensar…
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