Era el campeón en querer tener la razón, la soberbia me nublaba y creía
que lo sabía todo. ¿Quién era el osado que intentaba llevarme la contraria? Y
de repente, sin esperarlo, llegó la pregunta que cambiaría el rumbo de los
acontecimientos, domando a la bestia que llevaba dentro. La pregunta quedaría
tan grabada en mi interior que cada vez que se avecinaba una tormenta, el
latido de mi corazón me la susurraba: ¿razón o salud? Solo debía elegir
una opción, salud, esa era mi elección, y aunque una parte de mí se revolcaba
por dentro y quería saltar a toda costa para pelear e intentar convencer a los
demás, la práctica diaria ha hecho que la fiera se duerma. Es tan cómplice y
tan útil la pregunta, que la llevo conmigo a donde quiera que vaya, incluso hoy,
que a veces se despierta el demonio y lo conduzco nuevamente a la calma. Se ha
convertido en aliada, un sensor para medir si la salud es mi prioridad o la
vendo como alma al diablo. La salud es lo principal, todo lo demás carece de
importancia…
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