La
risa es una constante en mi vida. Hasta cuando estoy nervioso,
me río. Es mi sustento y me siento raro si no me estoy riendo. Ayer,
en la consulta, andaba algo inquieto o desinquieto, como solemos decir
los canarios, andando de un lado para otro mientras esperaba la
llegada del médico. Me dio la risa al pensar que, dentro de dos
meses, pudiera estar así interpretando el papel de inquieto. La
cuestión es que me daba la risa porque durante los minutos de espera en la
consulta la mente se pone a elucubrar todo tipo de situaciones y
resultados. Y si te dicen esto, y si te dicen lo otro, y si no puedes
ir más de viaje, y si tienen que ponerte esto... Yo qué sé,
no sé, cállate un rato. Está chiflada y me quiere volver chiflado.
Y de repente lo ví claro. Yo no estoy asustado, nunca lo he estado.
La que se pone de los nervios cada vez que va a recibir los
resultados es la cabecita, ese programa de pensamientos que no para
de hacer conjeturas y suposiciones, a cada cual más disparatadas. Ni
siquiera es mala, sólo hace su función, estar en conflicto porque
no sabe hacer otra cosa. Simplemente estaba asustada y no me iba a
enfadar con ella. Me entró tal compasión que me dieron ganas de
achucharla, de agasajarla entre mis brazos. Ven, siéntate conmigo,
deja de pensar, lo que tenga que ser será. Ya nos ocuparemos
después de lo que nos diga el médico...
Entonces,
le dije a la doctora, me voy a dedicar a seguir viviendo la vida. Sí,
a disfrutarla a tope que son dos días, me respondió ella. Todo
está como tiene que estar...
Gracias Iban todo lo que escribes , es una case magistral : pero ésta de hoy me gusta ¡¡¡¡ UN MONTÓN !!!!!!
ResponderEliminarNo sé si podré ser tan amorosa , con mi cabecita , como tu , pero será precioso intentarlo . Un abrazo .