Dime
tres razones por las que hay que ser malo.
Eso le propuse a un par de compañeras y no supieron qué
responderme. Ni siquiera me dieron una razón válida, pero seguían
erre que erre en que había que portarse mal para no sufrir o que no
abusaran de uno, aunque con la sonrisa dibujada en sus bocas. Pues no
estoy de acuerdo con esa creencia, les dije yo, además, ¿se
imaginan la cantidad de energía que hay que gastar para hacer de
malo, cuando lo fácil y natural es que desprendas bondad, porque
somos buenos por naturaleza?
El otro día escuché
esto en una serie de televisión y me dio por copiarlo...
“¿Por
qué les pasan cosas malas a las buenas personas? Nos lo preguntamos
tan a menudo que se ha convertido en un cliché, pero a las buenas
personas les pasan cosas malas, constantemente...”
Yo diría que pasan
cosas, ni buenas ni malas, a las personas, ni buenas ni malas. Son
teclas negras y blancas por las que inevitablemente tenemos que
pasar. Eso de bueno y malo es una etiqueta que deberíamos ir
soltando. El texto continuaba así...
“Solo
queda la esperanza de que cuando te toque a ti sabrás qué hacer,
cómo afrontarlo, cómo perseverar... La verdad es que no sabes cómo
reaccionarás en el peor de los supuestos. Nadie lo sabe hasta que
pasa...”
Sí, cuando nos
llega una tecla negra nos bloqueamos por el miedo. Un nubarrón ha
tapado el sol que nos iluminaba, pero todo tiene una explicación.
Aunque de primeras no sepamos cómo hacerlo, saldremos adelante...
Y con esto y un
bizcocho me despido hasta dentro de unos días. Mientras tanto, a
seguir siendo lo que somos, seres amorosos...
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