A
pesar de que se había reservado con antelación y nos lo habían
confirmado, no pudimos ensayar el día anterior porque el teatro lo
ocuparon con otra actividad, así que con un sólo día para montar y
ensayar no nos dio tiempo de todo lo que nos hubiera gustado. La
tensión era palpable y parecía que todo iba a salir mal. Observaba,
desde la distancia, esos flujos de negatividad y decidí no entrar
porque por la mañana me habían regalado devolverme a la paz y
ese era el camino en el que quería continuar, así que ya tenía
pensado qué quería pedirles a mis compañeros como regalo de
cumpleaños...
Sin
previo aviso y en medio de la tormenta, salió un rayo de luz por un
lateral del escenario y, desde ese momento, todo empezó a cambiar.
Mis compañeros portaban una gran tarta con dos velas y un cartel que
rezaba “nada es imposible”, la frase que más me gusta y
emociona de la obra, y empezaron a bailar. Me tenían una coreografía
montada. Yo les miraba embobado, con la boca abierta y sin parar de
sonreír. Estaba sorprendido, emocionado, agradecido, pues nunca
había recibido una sorpresa como aquella. De nuevo, la vida me
estaba regalando vivir una experiencia por primera vez. Tan atontado
me quedé mirando el baile, que al rato me vine a dar cuenta de que
también estaban proyectando un vídeo con imágenes de la obra. Todo
un regalazo...
Yo
les quería pedir un regalo y me sorprendieron con ese regalo que ya
tenían montado pero, aún así, les dije que si en el día de mi
cumpleaños había decidido estar allí y no en otro lado, es porque
confiaba en todos ellos, por la pasión y entusiasmo que ponen en
todo lo que hacen. A pesar de que el ensayo general, si es que pudo
llamársele general, salió fatal, ahora íbamos a dar cada uno el
100% de nuestro entusiasmo por todos los que pronto iban a estar
sentados en sus butacas disfrutando de la magia. Eso es lo que quería
de regalo, que saliéramos a disfrutar, como siempre nos apunta la
directora cada vez que salimos a escena. Y también les prometí a
mis compañeros que hoy titularía la entrada como “sí fue
posible” y así lo estoy haciendo...
Algunas
medias nos quedaban algo chicas y apretadas, las cremalleras de los
vestidos de la princesa se rompieron y mi espada se quedó atascada.
Aún así, nadie se dio cuenta de nada, sólo nosotros, que salíamos
del paso improvisando y disfrutando. Los niños y no tan niños
volvieron a reír y ese fue también mi regalo...
Al
final sí fue posible y recaudamos más de mil euros a favor
de los animalitos de Sara. Eternamente agradecido...
Que sorpresa tan chula!! Y que bueno ese dinerito recaudado para los animalitos :-) un beso grande mi niño!
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