No
te marques un plazo para sanar, simplemente visualiza que ese momento
llegará. Eso es lo que me dijeron y eso fue lo que llevé a la
práctica. Antes de acostarme me imaginaba celebrando la sanación de
múltiples maneras. Lo vivía de una forma tan intensa que muchas
veces se me saltaban las lágrimas imaginando ese momento. El
escenario cambiaba, incluso varias veces la misma noche, pero el
protagonista y el motivo seguían siendo el mismo: yo mismo
celebrando la sanación...
No
fue una obligación hacerlo ni tampoco una excusa para viajar, porque
el viaje salió por casualidad. Como le dije a mi compañero de
viaje, los billetes me encontraron sin buscar. El
caso es que la semana pasada volví a París y pensé, por qué no
hacerlo realidad. Una de esas veces en las que soñaba me
imaginé subiendo otra vez la Torre
Eiffel.
Cuando esté sano, me decía, volveré a subir. Ese momento llegó el
miércoles pasado y, aunque no lo viví como supuestamente lo había
imaginado o soñado, sólo sé que cerré los ojos y sentí un
agradecimiento profundo por estar ahí. Gracias por estar sano,
completamente sano, y gracias por darme la oportunidad de seguir
viviendo y aprendiendo...
La
reina de París,
como a mí me gusta llamarla,
me volvió a encandilar...