Considerada por muchos como la ciudad más bonita del mundo. Para mí no lo fue, no podría decir que Estambul es la ciudad más bonita de cuantas haya visitado, pero tiene algo que te engancha, que te atrapa y no te quieres marchar...
Tal vez sea por el cambio cultural, la ciudad de las grandes mezquitas que invitan a rezar a los musulmanes hasta cinco veces al día...
Tal vez sea por el mar, una ciudad dividida en dos por el estrecho del Bósforo y el Cuerno de Oro...
Quizás sea la comida, la sana comida que se cocina desde cualquier rincón de la ciudad. El cordero es la gran especialidad, pero con un sabor muy diferente. Y los mercados, los pequeños grandes mercados donde se comercia el alimento fresco del día...
O puede que sea por los gatos, pues me encontré gatos por todos lados, incluso dentro de los monumentos más importantes como si fueran sagrados, o por el paraíso de las compras en el Gran Bazar...
Sea como sea, Estambul fue un viaje maravilloso, un viaje en el que me reí muchísimo y lo disfruté muchísimo. Un viaje, como diría alguien que yo conozco, altamente recomendable...
Y cada vez que vengo de viaje, más ganas me dan de viajar, de conocer mundo, de conocerme a mí a través de ese mundo...
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