Ir a la playa, como
si fuera la primera vez; ver una puesta de sol, como si fuera
la primera vez; sentir un abrazo, como si fuera la primera
vez; degustar los alimentos, como si fuera la primera vez;
amar, como si fuera la primera vez, incluso ir al trabajo como
si fuera la primera vez...
¿Por qué cuando ya
conocemos algo no lo vivimos como si fuera la primera vez?
Tendemos a decir que ya hemos visto eso o ya hemos hecho lo otro,
anulando con ello toda posibilidad de sorpresa. ¡Dios, qué bonita
puesta de sol! Ah, sí, son muy bonitas, ya lo sé. ¡Qué
sensación más rica al caminar sobre la arena con los pies bajo el
agua! Ah, sí, yo ya estoy acostumbrado, vengo todos los días.
En vez de eso, ¿no sería mejor probar y poner todos los sentidos en
la experiencia?, porque cada día puede ser diferente y te podrías
sorprender, aunque creas que ya lo sabes todo...
¿Y si viviéramos
todo como si fuera la primera vez? ¿Y si amaneciéramos cada
día con nuevos ojos sin ningún recuerdo del pasado?
Me gustaría
aprender y desaprender para siempre sorprenderme con lo que aprenda y
anular el “ya lo sé”, porque la vida es un continuo
aprendizaje...
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