jueves, 3 de marzo de 2022

Día 12: Solían dialogar con su corazón

Recuerdo la primera vez que cogí el metro en Madrid… A pesar de las explicaciones de mi amiga Nisha no daba pie con bola, pero cuando le cogí el tranquillo, como dirían los canarios, no había quién me parara. Y como es el medio de transporte que mejor manejo también lo quise coger aquí en la Ciudad de México, a pesar de que me habían advertido del peligro… El sistema es prácticamente similar, pero no igual. De hecho, cuando introduces el ticket para entrar, en España lo tienes que retirar para volver a utilizarlo a la salida, pero aquí no y estuve esperando un buen rato pensando que la máquina se había bloqueado, menudo pardillo, jajaja, hasta que me invitaron a continuar… ¡Cuiden las pertenencias en todo momento! Los policías no paraban de gritar que estuviéramos atentos, que guardáramos las carteras y los móviles en nuestros bolsillos delanteros, algunas estaciones estaban abarrotadas… La verdad es que genera algo de tensión, no lo voy a ocultar, pero más o menos es lo que pasa en otras ciudades, te invitan a ser prudentes y precavidos, pero tu vida no corre peligro. A mí, de hecho, me avisaron de que se me había caído una cosa al suelo al sacar el móvil de mi bolsillo y agradecí el detalle, así que no toda la gente es mala, desactivando creencias innecesarias...

gracias al metro me moví cómodamente por la ciudad para visitar la Basílica de Guadalupe, aunque no entré porque estaban dando misa y si entrabas no podías salir hasta que acabara, ¡ni loco!, pensé, jajaja, y el Museo de Antropología, pero es tan inmenso que solamente me centré en la Sala Maya y en la Sala Tolteca, que me enamoró su frase en la entrada: “Estos toltecas eran ciertamente sabios. Solían dialogar con su corazón”.





Y por la tarde tomé una de las cosas más deliciosas hasta la fecha, sopa de tortilla, en una hacienda antigua convertida en un restaurante espectacular. Una velada increíble acompañado de una pareja tan linda, que ya han quedado para siempre registrados en mi corazón... ¡Infinitas gracias Montse y Gerardo!




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