Ayer llegué a la Ciudad de México y esto huele diferente, sabe diferente, si no es un mundo nuevo, al menos es un mundo totalmente distinto… Y precisamente pensaba en eso cuando de repente encontré a un señor tocando el violoncello bajo un cartel que decía el nuevo mundo…
De adentrarme en los pueblecitos y conocer un México más rural, he pasado a una de las urbes más pobladas del planeta con más de veinte millones de habitantes… Y a mí, de vez en cuando, también me encantan las grandes ciudades, ese bullicio que no cesa en toda la noche y parece que nadie duerme, esos cláxones que no paran de pitar, esa mezcla de viejo y moderno que sí puedes encontrar acá, pues de pronto pareces pasear por una calle humilde con puestos ambulantes ocupando las calzadas, pero una cuadra más allá encuentras una gran avenida con tiendas de moda y rascacielos considerables... Hasta la gente es más diversa, variopinta, incluso he encontrado a otros turistas, cosa que no me había pasado en todos los días que llevo de viaje…
Dicen que me van a faltar días para visitar todo lo que me ofrece esta ciudad, pero yo no me voy a apurar porque siempre podré regresar...
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