sábado, 23 de diciembre de 2017

¡Me gané la lotería!

Abrí los ojos y me sentí envuelto en papel de regalo. Estaba vivo y lo rompí con mis manos. Me levanté, tenía pies para caminar, ¡qué pasada! Fui a la cocina y me preparé algo para desayunar. ¡Dios! Tenía una casa con cocina totalmente equipada, con vitrocerámica y grifos por los que salía el agua. Un batido de leche de avena, plátano, espinacas y canela. ¡Qué rico! Podía percibir todos esos sabores! Y después una ducha con agua caliente, ¡qué afortunado! Salí a la calle, fui al garaje y no se lo van a creer... ¡Tengo coche! ¡Y sé conducir! Fui al gimnasio y pude nadar y hacer los ejercicios para seguir fortaleciendo el pie. Bendito esguince que me ha permitido parar y comprender... Y ahora, mientras espero la llegada de alguien a quien no conozco, mis ojos contemplan el paisaje que se muestra ante mí y no paro de escribir, mientras mis oídos se deleitan con una de esas melodías que me mueven por dentro y me hacen agradecer, una vez más, todo lo que estoy viviendo...
 
 
Y esa otra persona resulta ser un espejo que refleja la nueva versión que tengo, dos almas que se reconocen en la experiencia y en lo aprendido a través de ella. Aún no ha acabado el día pero ya puedo decir, sin lugar a dudas, que me ha tocado la lotería, estar vivo es el premio gordo, y si después de leer lo que estás leyendo piensas que es una auténtica tontería, es que tú no has ganado la lotería. ¡Lo siento! Sigue intentándolo, tal vez mañana te des cuenta de que también eres afortunado...

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