El corazón, ese que me habla. Un pellizco, un susurro que me dice que
vaya por aquí y no por allí. Y le hago caso, ahora sí que lo escucho y atiendo.
Y la sensación de que lo que haces puede provocar un tsunami a tu alrededor,
sentirte incomprendido, pero te sientes en paz. La coherencia es el camino que
debo seguir, ese que me han enseñado y que hace que mi luz brille con toda su
intensidad, a pesar de que el suelo se desprenda y quede suspendido en el
cielo. ¡Menuda forma de acabar el año! ¡Adiós, 2017! ¡Bienvenido, 2018! Un
año nuevo que será completamente neutro, y dependerá de mi actitud que
finalmente se convierta en lo que solemos catalogar como “bueno”. Me gusta eso,
ser responsable de lo que viviré a lo largo de él. Con la certeza de que lo que
quiero existe. Y lo merezco…
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