Ayer fui a uno de
los rincones preferidos de mi ángel de la guarda a ver la puesta de
sol...
Mientras lo miraba
fijamente recordé momentos de mi niñez, como cuando intentaba ocultarlo
con una moneda o me ponía a retarlo, aguantando la
mirada el máximo tiempo posible sin pestañear. Siempre me ganaba,
jeje, pues siempre acababa cerrando los ojos casi al comenzar, pero
yo lo intentaba hasta que me cansaba y me ponía a jugar, a jugar con
otra cosa.
Ayer lo miré
fijamente y sentí que me alimentaba. Es curioso, porque en la parte
inferior de la fotografía aparecen mis dedos y no sé cómo pudieron
salir. Parece como si me fundiera con el paisaje y los dos
fuéramos uno...
Después se fue el
sol...y yo me fui con él...
No hay comentarios:
Publicar un comentario