Recuerdo aquel juego en el que un niño se tapaba los ojos y contaba hasta
tres diciendo «carabina 1, carabina 2, carabina 3», mientras el resto de
participantes intentaban avanzar. Entonces se volteaba y tú te tenías que
petrificar, pues si te movías, perdías y debías volver a empezar…
El otro día, cuando me recomendaron que observara esa parte de mí que es
adicta a los pensamientos, tuve la misma sensación que con el juego de la
carabina, pues al observarlo se detenía, dejaba de correr incansablemente hacia
los pensamientos. Es como si dijera “me han pillado” y se quedaba quieto. Oye,
pues voy a seguir practicándolo… A fin de cuentas, la meditación es como un
juego…
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