No acostumbro a
participar en los juegos de cadena, pero casualmente sí lo hice en
uno que está pululando por facebook en estos días, en el que debes
publicar una foto de un animal como una forma de protestar
pacíficamente contra el maltrato animal. Lo hice y me asignaron el
águila, y eso me llevó a recordar la historia del águila que se
creía gallina...
“Un pastor
encontró un huevo de águila en lo alto de una montaña y lo puso
junto con los huevos que iban a ser empollados por una gallina.
Cuando el tiempo llegó, los pollitos salieron del cascarón y el
aguilucho también. Después de un tiempo, aprendió a cacarear al
escarbar la tierra, a buscar lombrices y a subir a las ramas más
bajas de los árboles, exactamente como toda gallina. Su vida
transcurrió en la consciencia de que era una gallina. Un día, ya
vieja, el águila estaba mirando hacia arriba y tuvo una visión
magnífica. Un pájaro majestuoso volaba en el cielo abierto como si
no necesitase hacer el más mínimo esfuerzo. Impresionada, se volvió
hacia la gallina más próxima y le preguntó: ¿Qué pájaro es
aquel? La gallina miró hacia arriba y respondió: ¡Ah, es el águila
dorada, reina de los cielos! Pero no pienses en ella, tú y yo somos
de aquí abajo. El águila no miró hacia arriba nunca más y murió
en la consciencia de que era una gallina, pues así había sido
tratada siempre”
La reflexión que
podemos sacar de la historia es que cada persona debería mirar en su
interior y descubrir su águila interna, lo que le permitirá ser
diferente y tener éxito en la vida. Desde pequeños aceptamos una serie de creencias y pensamientos como
verdaderos o falsos sin probarlos. Los seres humanos somos, por
naturaleza, resistentes a los cambios, nos ponemos límites pero...¿y
si pudiéramos romper los que creemos que son nuestros límites y llegar más allá?