Y lo que simplemente fue un salir a correr se convirtió en un encuentro inesperado y la vida hablándome a través de otros: descansa, no hay nada que temer... Y para rematar, otro señor invitándonos a un café con un afectuoso sean felices... Y así, sin más, me despedí del Puerto de la Cruz, con la tranquilidad de que no hay nada que temer...
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