El guardián del dolor, así me hice llamar, pues aunque dicen que el dolor es inevitable nos referimos al emocional, porque el dolor físico sí que se puede evitar… Esa fue mi labor, y aunque a veces pensé que fallaba o que algo no debía estar haciendo bien ya que el dolor persistía, más pronto que tarde me reconciliaba con la idea de que estaba haciendo lo máximo que podía, estar pendiente de él y mimarlo hasta el último de sus días… Y por fin, en una noche mágica en la que cándidas almas se unieron con un único propósito, mi padre dejó de sufrir. Un ser tan maravilloso como él no se merecía un final doloroso, sino un final feliz…
No hay comentarios:
Publicar un comentario