El día que acepté que tener miedos era lógico y normal, me liberé… El día que dejé de jugar a ser Supermán para abrazar mi vulnerabilidad, me liberé… El día que comprendí que esos miedos eran pasajeros y que no quedarían anclados dentro de mí, me liberé… Cada año igual, sentado frente a él, esperando un resultado…
Y después un ritual, pasear como cada verano hasta el final de la playa de Famara, mi rinconcito especial, para celebrar que la vida me sigue dando vida y que yo sigo teniendo ganas de vivirla…
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