Resulta que ayer por la tarde salí a pasear para ver el atardecer. Estuve un rato, lo suficiente como para ver el sol ocultarse detrás de las montañas. Bonito, como siempre, pero nada espectacular, pensé. Entonces, cuando regresé al coche me di cuenta de que había perdido las llaves, así que con cholas y a lo loco, menos mal que tengo buen fondo, eché a correr a ver si las encontraba y mientras lo hacía el cielo se empezó a transformar... ¡Dios! ¿Y yo me iba a perder esto?, exclamé con una sonrisa mientras era incapaz de cerrar la boca por el espectáculo tan hermoso que estaban divisando mis ojos. Al final terminé agradeciendo perder el llavero aunque tenía la confianza de encontrarlas... No fue así, las perdí de todas todas y tuve que echar mano de la mente funcional para solventar la situación. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero verlo en vivo y en directo vale más que mil instantáneas. ¿Mensaje vital? Sal fuera y descubre el mundo que te rodea. Huele, saborea, toca, escucha y observa las maravillas que nos regala la naturaleza en lugar de verlo a través de la televisión o leyendo un catálogo de viajes...
Al día siguiente aparecieron las llaves y desde aquí quiero agradecer a la persona que las encontró y tuvo el detalle de acercarlas a la dependencia policial, pero qué agradecido estuve de haber perdido las llaves. No hay mal que por bien no venga, sonreí al pensar. La experiencia de ayer fue un motivo más para agradecer que estoy vivo y que quiero seguir viviendo para gozar de este espectáculo terrenal...