Y cuando Elsa Punset lanzó la pregunta jamás imaginé la relación, pues nos
parecemos a una cebra porque tenemos un cerebro que está programado para
sobrevivir. El miedo nos ayuda a sobrevivir, activa nuestros pulmones, el
ritmo cardíaco se acelera para llevar oxígeno a nuestros músculos y nos
lanzamos a correr cuando alertamos un peligro que atenta contra nuestra
supervivencia… La diferencia entre este animal y nosotros es que la cebra, una
vez pasado el peligro, sigue pastando como si nada mientras nosotros, los
humanos, enquistamos en nuestra memoria esa situación de peligro y nos paralizamos.
Un cerebro que está programado para sobrevivir, no vivir, sino sobrevivir, así
que aprendamos a gestionar nuestras emociones para que vivamos y no
sobrevivamos…
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