Por todos es sabido y si no lo saben se están enterando ahora mismo, que todos tenemos nuestras luces y sombras; las luces son nuestra parte maravillosa, esa que nos encanta mostrar delante de todo el mundo; las sombras, por el contrario, son esos aspectos de nosotros mismos que nos cuesta aceptar y tratamos de ocultar para no ser juzgados porque no está bien visto por la sociedad, incluso puede que no seamos conscientes de ellos pero ahí están y pueden aparecer de la nada en el momento menos pensado…
Pues bien, nunca pensé que un bocadillo sacara a relucir toda la oscuridad que llevo dentro… Sí, mi parte egoísta sale de las mazmorras para dominar la escena y llevarse todo el protagonismo, pues es tan delicioso que a veces lo escondo para no compartirlo con nadie y si finalmente lo hago, lo hago a regañadientes… Y si alguien lo prueba y no le gusta, me alegro un montón pensando un “¡mejor, más quedará para mí!”. Es que ni me atrevo a confesar de qué es el bocadillo por temor a que se gaste el ingrediente principal y me quede sin más bocadillos... La gula también sale a relucir, porque soy capaz de comerme una baguette entera y siempre me parece poco, me quedo con ganas de más... Y si sigo rebuscando en el baúl donde guardo mis sombras más siniestras, seguro que daría con algún pecado capital más… Ah, y también saco al asesino que llevo dentro porque sería capaz de matar por ese bocadillo...
Soy así, tengo una parte sombría, así que quién soy yo para juzgar a un egoísta o asesino si yo también tengo esa parte escondida… Lo que estoy haciendo es aprendiendo a aceptarla y gestionarla para no dejarme arrastrar por ella y vivir en paz y en equilibrio… Amarme a mí mismo con mi generosidad y mi egoísmo, con mi ángel y diablo, con mis bromas y mis verdades… Todo se conjuga con armonía hasta formar un ser de vida lleno de luces y sombras…
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