Ayer, día de la paz, un acontecimiento me hizo reflexionar y aquí estoy
escribiendo cuando no pensaba hacerlo. Al parecer he cometido un delito,
cambiar y quererme. ¡Menudo atrevimiento!
Y cuando suceden cosas como las de ayer agradezco estar rodeado de amigos
abogados que me ayuden a esclarecer los hechos. No se trata de un crimen, pero
bien podría atentar contra mi propia vida si no sigo con las riendas de la
coherencia. Ese, al parecer, ha sido mi pecado, ser coherente con lo que siento,
poniendo fin a una etapa de mi vida y dejando una puerta abierta para la paz.
Ahora bien, no depende de mí que abran esa puerta y no estamos aquí para juzgar
las decisiones ajenas. Además, me he demostrado que no necesito que abran la
puerta ni me cojan la mano para estar en paz, porque soy la misma paz. Dios,
cuánto agradezco todo lo que ha pasado…
Entonces, si un juez me preguntara, ¿me declararía inocente o
culpable? Mire usted, su Señoría, me declaro responsable de ser
libre y expresar lo que siento, esta voz que ha despertado no la quiero callar
y el viernes tendré una nueva oportunidad de expresar. También soy responsable
de quererme y respetarme, y situaciones como las de ayer me hacen obrar en
consecuencia para seguir en la línea de valorarme y tener dignidad. Y una cosa
más, si va a ponerme una multa o castigarme, le recomiendo que me exija seguir
con el perdón, una buena dosis diaria. Gracias.