Cae al corazón, siente y sonríe. Ese fue el consejo que me dieron para
este viaje que voy a realizar. Me voy a Malasia, rumbo a lo desconocido,
allá donde me espera la experiencia de confiar y soltar el control, pero
soltarlo de verdad. – ¿Y qué se come allí? -, preguntó mi padre. – No lo sé –,
le dije sonriente, evitando dar una respuesta común y previsible como que seguramente
se podrá comer de todo. Porque realmente no lo sé, nunca he estado en ese país
y todo lo demás es suponer. – Serán ratas y ratones –, apostilló mi madre. Esas
afirmaciones rotundas de mi madre también me hacen sonreír…
Dios, me voy sin casi nada organizado, solamente unos billetes de avión,
dos noches de hotel y una guía en papel, y resalto lo de papel porque cuando lo
decía algunos pensaban que había contratado a un guía local. Nada que ver. Los
guías seremos nosotros mismos, sin rumbo fijo pero con la certeza y convicción
de que vayamos donde vayamos, será una gran experiencia. La aventura
asiática, esta vez sí, me espera, y no puedo dejar de dar las gracias a la vida
por tener la oportunidad de vivirla…
Y cuando regrese... cuando regrese seguiré compartiendo desde este rinconcito
todo lo que acontece. Me voy embarazado de siete meses y cuando vuelva estaré a punto de dar a luz…