Con agujetas en el cuerpo que nos recordaban la hazaña del día anterior, hoy cogimos un avión para regresar a Katmandú, que fue como coger un Binter, pero en Nepal. Treinta minutos de vuelo y a las azafatas les dio tiempo hasta de servirnos un snack...
Y por la noche un encuentro con personas que he ido conociendo durante esta aventura, gente con inquietudes y motivaciones distintas que han coincidido en un mismo lugar, aquí y ahora, orgullosos de nuestra superación personal, cada uno la suya, porque un viaje enseña y con un viaje aprendes... En mi caso, observar mis complejos e inseguridades y estar más en aceptación con ellos...


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